El pasado martes 25 de noviembre Sólstafir llegó a Barcelona para presentar "Ótta", su último disco. Junto al combo islandés estuvieron Esben And The Witch y Obsidian Kingdom.

Estas son la crónica y fotos de la noche.

 

 

No ha sido bondadosa la suerte con la promotora Madness Live! estas últimas semanas. Las diversas cancelaciones por las que han pasado no han mellado, sin embargo, su impetuoso espíritu emprendedor y su capacidad por traer a nuestro país propuestas del todo arriesgadas. La cita del pasado martes 28 de noviembre no era una excepción en ese aspecto; y de hecho, la organización se enfrentaba al reto de igualar los diversos sold out acaecidos durante la gira europea de Sólstafir en la presentación de su nuevo álbum Ótta.

En ese sentido, no se puede negar que el éxito fue rotundo: la sala Razzmatazz 3 de Barcelona se convirtió en un hervidero en cuestión de pocos minutos tras su apertura de puertas a las siete de la tarde, superando fácilmente un aforo de doscientas personas. Tal vez para próximas giras del conjunto, la promotora debería barajar otras posibilidades dado el manifiesto entusiasmo que demostró el público catalán con este evento.

El trío británico Esben And The Witch fue el encargado de abrir la velada. Y con su primer tema, “Press Heavenwards!”, pudimos advertir otra razón por la que este concierto debió haber transcurrido en otra sala: la densidad del sonido – especialmente el de las guitarras – era tal que habían secuencias melódicas sencillamente imperceptibles. No obstante, con “Dig Your Fingers In”, de notable interpretación vocal por parte de Rachel Davies, evidenciaron su calidad como conjunto a pesar de su timidez escénica y este aspecto técnico en contra. Sus dos obsesivos y poderosos temas finales, “No Dog” y “The Jungle”, evidenciaron su portento que sin embargo, iba a quedar ensombrecido por las actuaciones posteriores. Y es que cuando la banda que ocupa el ecuador del cartel es Obsidian Kingdom, el compromiso en el que se encuentran tanto la primera como la última banda es sumo.

Llar, dolça llar”. Las palabras del teclista prendieron la mecha de una bestial puesta en escena. Y es que el actuar en su hogar, como él mismo anunciaba, fue un notable hándicap a su propio show: la entrega desmedida del público sobreexcitó a una banda que se mostró teatral, dramática y enloquecidamente poderosa sobre el escenario. Y quizá esa entrega fue su espada de Damocles, porque si bien es innegable que resultó impresionante esa explosiva actitud – y no dudo en incluirme entre los sorprendidos, dado que fue la primera vez que pude ver a la banda en vivo –, llegó a jugarles malas pasadas como los numerosos problemas que tuvo el frontman del conjunto con la correa de su guitarra, haciéndole abandonar el instrumento en los últimos temas de su actuación de poco más de media hora.

Obsidian Kingdom reservó con gran acierto una triple traca final – basada íntegramente en los temas de Mantiis – conformada por la sosegada “Fingers In Anguish”, la aclamadísima “Ball-Room” y “And Then It Was”, cuyo ocaso sumió en el éxtasis a una asistencia que no cesaba de clamar un bis que sin embargo, nunca llegó. La fuerza animal de los barceloneses dejó en su estela una actuación mucho más allá de lo memorable, reafirmando así el trono de un reinado cuyo fin parece ser muy lejano.

Pasadas las nueve de la noche, los cantos de “Náttfari” introducían en escena a unos triunfales Sólstafir enfundados en su clásica vestimenta cowboy sobre el escenario. Tras unos pocos minutos, el conjunto arrancó con una agónica “Köld” que si bien fue levemente simplificada en la voz – dado que no parecía la mejor idea del mundo empezar con un registro tan elevado nada más empezar –, resultó absolutamente arrolladora. El tremendo bloque inicial prosiguió con un celebrado “Lágnætti”, tras el cual la banda se presentó al público.

“We come from the land of the ice and snow”. Y tal vez la broma con el famoso tema de Led Zeppelin les valiese para captar la simpatía de los asistentes, con los que se mostraron participativos en todo momento. Temas como el sobrio “Rismál”, un dinámico “Ótta” o el todopoderoso “Þín Orð” hicieron oscilar a un público hipnotizado por los islandeses entre atmósferas sobrecogedoras y fortísimas secuencias de post-metal.

“Svartir Sandar” marcó el principio del fin de su espectacular concierto, introducido con diversos chistes por parte de Aðalbjörn Tryggvason referentes a su tierra. La polémica vino servida con la aparición del mismo en los bises con una señera catalana, la cual enrolló a su pie de micrófono mientras empezaba a sonar su himno “Fjara”. Fue la intensa y sentimental interpretación de “Goddess Of The Ages” – dedicada a las féminas presentes en la sala – la que se encargó de cerrar una magistral muestra de lo que debería encontrarse sobre un escenario: naturalidad y dominio sin ir en detrimento de una actitud poderosa y grandilocuente.

No escatimaré en elogios en cuanto a este show. Me parece sin duda alguna uno de los más notables de esta temporada tan sobresaturada de ofertas en el panorama del rock y la música underground. La excelencia pudo palparse en todos y cada uno de los aspectos de un evento que fácilmente podría pasar a la historia.

Crónica: Fernando Acero
Fotos: Xell