Comenzamos 2020 revisando nuestros últimos conciertos de 2019 y uno de ellos fue el paso de la gira de Gritando en Silencio por Murcia junto a Kamikazes. Una noche que disfrutó nuestro redactor JuanF y que hoy nos relata.

¡No os perdáis esta crónica!

 

Era un viernes 13 que no llamaba a la mala suerte. Era un buen día para viajar y Murcia era el sitio elegido. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Y es que, Gritando en Silencio, tras cancelar su concierto en Alicante por el cierre de la sala Marearock, no ha vuelto a anunciar nada por estas tierras. Y la proximidad nos invitaba a visitar tierras murcianas para poder disfrutar del material inflamable del cuarteto sevillano. Además, no venían solos. Kamikazes, fieles amigos de estos, abrían el concierto como bien nos tienen acostumbrados.

Era la primera vez que pisaba la Sala Garaje Beat Club, una mítica de la ciudad de la que todo el mundo hablaba maravillas. Recogedora de eventos de grupos nacionales e internacionales de gran relevancia, tiene un aforo de unas 600 personas a ojo y una distribución con pasillo incluido bastante útil a la hora de acceder a barra, aseos y puestos de venta. Y tras acabar los primeros artistas, observé que también tenía un buen sonido.

Y es que, cuando entré a la sala, estaban sonando los Kamikazes con su tema “Somos Leyenda (Bonny & Clyde). Eso significaba que había entrado tarde, me había perdido “Nada es Eterno” pero quedaba todo un show por delante. He de decir que soy un nostálgico de esos que aún se acuerda de Carroña y es por eso que me alegró la noche escuchar “Fuerza Opresiva” del “Gaupasa Intimista”. Entraba en un ambiente de gratitud del que no iba a salir en toda la noche. Continuaron temas del nuevo proyecto como “Se Va a Caer”, “Hijos de la Derrota” o “Circo Interno”.

Pudimos ver a un Kata enchufado desde el primer momento, un virtuoso Ángel que tenía su hueco en cada canción para demostrar qué era capaz de hacer con las seis cuerdas. Aún quedaba concierto, una recta final que nos dejó dos carroñazos como “Mariposas Kamikazes” y “El Piorno” y un clímax final donde sonó “Sin Domesticar”, tema que tienen junto a Free City, y los trallazos “Niños Perdidos” y “El Ojo del Huracán”. Así comenzaba una noche que ya había rentado disfrutar a cambio de alguna hora de viaje y atascos.

Bajó un telón para que el público no viese el cambio de set, algo que se agradece para la expectación y para la mayor tranquilidad de los artistas. Mientras sonaba algún tema de M-Clan, la gente aprovechaba para buscar los primeros puestos y ver de cerca a Gritando en Silencio. Era su último cartucho antes de finiquitar un año repleto de conciertos y esa fue la misma que abrió el concierto a la vez que iba desvelándose el telón para contemplar a la formación sobre el escenario. Por un momento pensé que se trataba de un arranque de los Rolling o de Kiss pero no, eran los jodidos Gritando.

Con mucha gente, la labor fotográfica era más difícil de lo que parecía, y el gran Diego Montana – fotógrafo de la sala – me cedió su sitio desde donde captar las instantáneas desde el lateral del escenario. Así comenzaba un concierto largo, de los que a mí me gustan. Y con la promesa de tocar muchos clásicos comenzó a sonar “Dos Semanas y Unos Domingos”. La alternancia de canciones nuevas y viejas iba a ser la tónica del concierto, y aunque me gustan más los temas antiguos, como el buen vino, he de decir que el riff de “Rumbo de Colisión” suena potentísimo en directo.

Marcos Molina estaba sereno, aunque un poco fallón en las letras he de reconocer, y aprovechaba esos despistes para alentar el coreo de la sala. Se las sabe todas. Por su parte, el sonido estuvo muy bien durante gran periodo del concierto, pero de cara al final comenzó a fallar algunas veces. Cosas del directo, el caso es que los espectadores estaban entregados y felices, y yo con ellos. No los veía desde el festival Marearock de IFA (Alicante/Elche) en 2017 y, siendo uno de mis artistas favoritos, era delito.

Disfrutamos con temas de “Material Inflamable” de la talla de “Sácame de Aquí”, la anti-taurina “Ya Debió Cambiar” o la sensible “Lágrimas de un Paria”. Parece que este último trabajo se ha instalado a la perfección en la mente de los fans de la banda como un clásico más. Mi disco favorito, el “Maldito”, también tuvo representación con himnos sabidos por todos como “Actitud” o “Vértigo”. Faltó mi canción favorita, “Nota de un Suicida” pero interpretarla sería bajar desmesuradamente los ánimos de un público que quería fiesta y bajar las cervezas que llevaban de más. La “Edad de Mierda”, el disco que les lanzó oficialmente a la popularidad tuvo, además de temas como “Almas de Blues”, un “Entre Tus Piernas” con dedicatoria entre el respetable, la reivindicativa “A las Armas” o “Estaré en el Bar”; un “Perdedores en la Lluvia” renovado y más sureño. También tenían tiempo para innovar y reconstruir el camino andado, cosa que desde abajo se agradeció mucho.

Pero el verdadero espíritu de Gritando en Silencio está en otro trabajo, aquel “Contratiempo” tan querido por todos. Las dos mayores locuras de la noche, sin contar el final que siempre se marcan, fueron con “Mírame Desnudo” y “A la Luz de una Sonrisa”. La primera, por su dinamismo; y la segunda, por su nostalgia ascendente. Iba acabando el concierto y la esperanzadora “Como Si No Hubiera Nada Más” dejó un error de Marcos Molina y un intento de seguimiento del público fallido. No siempre salen bien las cosas, pero lo que salió estupendamente fue un “Rock ‘n Roll de Barrabás” que cerró un concierto de sobresaliente junto a la gran ayuda de parte de los Kamikazes. Salimos con la adrenalina desorbitada, con un corazón que latía muy rápido y con la sensación de que todo el viaje había merecido la pena.

Es posiblemente uno de los mejores grupos que tenemos actualmente en nuestro país. Ellos son conscientes de ellos, se les reclama en todas las partes del estado y siempre llenan las salas a las que van. Pero sobre todo se nota en el cariño que les tiene su público, con unas sonrisas de oreja a oreja y con sudor bañando sus cuerpos. Era momento de volver a Alicante y descansar de tantas sensaciones. Gracias a ambos grupos por esos conciertos. Aunque era viernes 13, la suerte estuvo de nuestro lado.

Crónica y fotos: Juan Fernández