La semana pasada, la banda californiana de metal Butcher Babies estuvo de gira en España presentando su primer disco Goliath, un álbum y una banda que han levantado bastante expectación, un interés cuya procedencia Fernando Acero ha querido analizar.

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“Rock and roll”. Cuando pienso en la música que suelo escuchar, me gusta creer en ese término como una ecuación que, en su perfecto equilibrio, puede generar proezas inimaginables. Suelo entender desde mi perspectiva que el “rock” es la capacidad de un artista por crear música agradable, que suene bien, que transmita correctamente su mensaje; por otro lado, entiendo el “roll” como la actitud del artista en cuestión, su lado más atrevido y salvaje, su puesta en escena y el uso de su carisma por tal de enfocar correctamente el producto que ofrece.

Fuera de los términos de mercado, en cierto momento me pongo a pensar en los límites del arte así como en los de la música, que evidentemente van de la mano. Y me pregunto: ¿todo vale? ¿Absolutamente todo es válido por tal de hacer llegar nuestras reflexiones y emociones? ¿O es que a lo mejor hay algo más y se nos esconde falsamente bajo el nombre de “arte” o “música”?

Es probable que en este preciso instante os preguntéis a qué se deben todas estas dudas. Todo viene por el planteamiento de lo siguiente: ¿qué lugar tiene el arte kitsch en todo lo que he dicho anteriormente? ¿Y los intereses económicos? Y es en este punto en el que os presento a la siguiente banda para que saquéis conclusiones vosotros mismos: Butcher Babies.

El conjunto nace allá por 2010 en la ciudad del Sunset Boulevard, Los Ángeles, bajo el liderazgo de Heidi Shepherd y Carla Harvey, dos figuras reconocidamente asociadas a los sellos pornográficos Playboy y Hustler. Sus andanzas en el mundo musical no tienen precedentes y se puede decir que esta banda – completada por Henry Flury a la guitarra, Jason Klein al bajo y Chrissy Warner a la batería – es su inicio en el negocio. Hasta aquí, nada escandaloso.

El meollo de la cuestión viene con lo que podríamos catalogar como un género al que ellas llaman neo-thrash, que tal y como afirman en diversas declaraciones, viene de su pasión por artistas como Rob Zombie, Pantera (de los que realizaron una cover que devino viral en YouTube), Slipknot o Slayer; personalmente, no creo en esta etiqueta, y lo dejaría en un híbrido a medio camino entre el crossover punk, el metalcore y el shock rock.

Si ya de por sí la etiqueta es pretenciosa, encontramos que no siendo esto lo más llamativo las ínfulas de las damas van mucho más allá. Su atuendo, o mejor dicho, su falta de él sobre el escenario es lo que les ha dado su desproporcionada fama: salir sin prácticamente nada sobre sus cuerpos salvo cinta adhesiva en sus pezones – según ellas, homenajeando a la espectacular Wendy O. Williams, vocalista de la banda de punk rock Plasmatics, de la que personalmente creo que distan muchísimo – es lo que sin duda ha conseguido hordas de fans babeantes alrededor del mundo en torno a sus pechos.

Tú, el que me estás leyendo, si has llegado hasta aquí, es probable que seas seguidor del conjunto y que me estés tomando por un rancio retrógrado. Me dirás que la banda renunció hace ya más de medio año a esas puestas en escenas tras el lanzamiento de su único álbum Goliath, que hoy ocupa estas líneas. Pero también te puedo decir aquello tan socorrido de “que les quiten lo bailado” o lo de “cría fama y échate a dormir”. Algunos leerán en ellas una reivindicación feminista, lo cual me parecería muy digno y lo apoyaría plenamente de ser realmente, al igual que apoyo la causa de bandas que han sido auténticos mártires como es el caso de Pussy Riot. El problema que yo veo en ellas es que se trata de un producto excesivamente creado, que ha contado con grandes apoyos derivados de una fuerte inversión económica – véase la producción de Josh Wilbur (Gojira, Hatebreed, Lamb Of God) –, y en consecuencia, no veo honestidad ni en este álbum ni en su supuesta ideología, la cual tampoco se explicita en ningún momento y evidencia lo que parecen ser sus auténticas intenciones. Veo un juego de reivindicación de egos, de niñas monas que juegan a ser unas rockstars; pero en ningún momento veo que detrás de esos escultóricos cuerpos haya una esencia genuina que defender más allá de manidos tópicos del rock y el metal contra los que precisamente luchan pequeñas bandas día a día por tal de no ser encasilladas injustamente.

Pero centrémonos en lo que toca. Goliath, estrenado el 9 de julio de 2013, cuenta con once temas que no van mucho más allá de los cuatro minutos en lo que se pretende plantear como un trabajo directo y sin tapujos – estrategia a la que se la ve venir de lejos. Cuenta de ello da la apertura “I Smell A Massacre”, cuyo estereotipado metalcore da la pauta de una serie de temas – como el single “Magnolia Blvd.” – que se repetirán redundantemente alrededor de este. El trabajo vocal es notablemente sucio e imperfecto, dejando entrever una paupérrima técnica que hablando en plata acabará por joder viva la voz de Heidi Shepherd; no así el instrumental, que simplemente, es aceptable.

Otros temas de interés del álbum, por decirlo de alguna forma, son “C8H18 (Gasoline)”, cuyo estribillo deja algo de pegadizo, “Grim Sleeper”, de contrastes de intensidad notables – dotando así de cierto ritmo y variedad al álbum – o “In Denial” que, todo sea dicho, contiene riffs y melodías que no acaban de estar mal.

Cabe decir que el resultado final de los temas no es tampoco horrible dado el excelente trabajo de producción que presenta; no obstante, está muy por debajo de lo que se debería esperar de una banda adscrita al sello Century Media en lo que es un obvio intento de hacer del metal un producto Disney para adolescentes que necesitan acogerse a una necia pose de rebeldía de veinte duros.

Butcher Babies me saben a poco, y el poco sabor que puedan dejarme en los labios es agrio. Hablando de las ecuaciones que citaba al principio, su “rock” me resulta insuficiente como para estar situadas en semejante plano de fama, y su “roll”, como ya he dicho anteriormente, es absolutamente pueril e inmaduro. Goliath es uno de esos trabajos que fácilmente van a caer en el olvido con el paso de los años, salvo en el caso de los onanistas dominicales que extrañen algo de puterío disfrazado de “monarquía metálica”. Hipérbaton exhumado del que me valgo para esta conclusión: citando a Góngora, “ande la gente caliente, ríame yo”.

 

Butcher Babies son:

Heidi Shepherd: Voz y screamer
Carla Harvey: Voz
Henry Flury: Guitarra
Jason Klein: Bajo
Chrissy Warner: Batería

 

Tracklist:

1 - I Smell A Massacre
2 - Magnolia Blvd
3 - C8H18 (Gasoline)
4 - Grim Sleeper
5 - Goliath
6 - In Denial
7 - Give Me Reason
8 - The Mirror Never Lies
9 - Dead Poet
10 - The Deathsurround
11 - Axe Wound

 

Nota: 4/10

Review realizada por Fernando Acero